Esta familia de la oligarquía local de Mula (Murcia) proporcionó al sistema político de la Restauración uno de sus caciques más característicos. Juan de La Cierva y Peñafiel (1874-1938), prestigioso abogado criminalista afiliado al Partido Conservador, recorrió entre 1892 y 1896 todo el escalafón político del régimen, pasando de diputado provincial y concejal a alcalde de Murcia y a diputado nacional. Tras ocupar puestos como el de director general de Registros o el de gobernador civil de Madrid, en 1904-05 fue nombrado ministro por primera vez, ocupando la cartera de Instrucción Pública.
Luego fue ministro de Gobernación bajo la presidencia de Maura (1907-09), periodo en el que creó el Instituto Nacional de Previsión, impulsó la reforma electoral y modernizó la policía. Desde aquel puesto dirigió la represión contra los manifestantes que se oponían al envío de tropas a Marruecos, desatando la Semana Trágica de Barcelona (1909), que desacreditó al gobierno hasta provocar su caída.
Durante la posterior escisión de los conservadores entre los partidarios de Eduardo Dato y los de Maura, La Cierva permaneció fiel a este último, aunque acabó por formar una minoría propia dentro del partido, convertido ya en el gran cacique de la región murciana (1914). Su tendencia autoritaria y ultraconservadora le hizo simpatizar con el movimiento de rebeldía militar de las Juntas de Defensa, razón por la que el liberal García Prieto le llamó a ocupar el Ministerio de la Guerra como concesión para desactivar el movimiento (1917-18).
Luego volvió a ser ministro de Hacienda (1919), de Fomento (1921) y de Guerra (1921-22). Tras la dictadura de Primo de Rivera (1923-30), La Cierva aceptó formar parte como ministro de Fomento del último gobierno de Alfonso XIII, presidido por el almirante Aznar (1931). Ante la victoria republicana en las elecciones municipales de aquel año, La Cierva fue el único miembro del gabinete partidario de resistir por la fuerza y mantener la monarquía a toda costa. Al proclamarse la Segunda República huyó a Francia, de donde sólo regresó tras la victoria electoral de la derecha en 1933.
Su hijo Juan de La Cierva y Codorníu (1895-1936) fue también diputado, aunque más por influencia de su padre que por verdadera vocación política. Se hizo ingeniero de Caminos en Madrid (1919) y se orientó hacia la investigación aeronáutica. Siendo aún muy joven diseñó un bombardero trimotor con el que pensaba equipar a la aviación española, pero éste se estrelló durante las pruebas, empujando a La Cierva a interesarse por otros aparatos de vuelo.
Fue así como inventó el autogiro, especie de avión sustentado por unas alas giratorias horizontales similares a las del helicóptero, pero autopropulsadas por efecto del avance del aparato, sin necesidad de motor adicional (1920-23). Apoyado por el Ejército del Aire, continuó perfeccionando el autogiro, lo dio a conocer en el extranjero y creó una compañía para fabricarlo; pero los éxitos iniciales se verían enseguida frustrados por la competencia del helicóptero. En 1936 colaboró con los militares que se rebelaron contra la Segunda República dando lugar a la Guerra Civil (1936-39), en la cual actuó como agente de los sublevados en el extranjero. Murió en un accidente de aviación cuando regresaba de Inglaterra.
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